La Medina
Básicamente una ciudad hispanomusulmana tenía dos partes muy diferenciadas, la medina – madina – y el arrabal o zona extramuros.
La medina es la zona amurallada, espacio donde se desarrolla toda la actividad de la población: la residencial, la comercial y la religiosa. Dentro de este recinto amurallado se encontraban la mezquita aljama, el zoco, la alcazaba y los baños públicos.
Los arrabales eran todas las construcciones que estaban fuera de la muralla y funcionaban de forma independiente, incluso con una jurisdicción distinta.
Por lo general, las medinas tenían estructuras muy irregulares con calles laberínticas y estrechas y las casas parecían cerradas hacia fuera, ya que por la mentalidad musulmana, la vida familiar debía desarrollarse en privado, de espaldas al exterior.
El centro de la vida económica de Al-Ándalus se desarrollaba en las medinas. Heredadas de la época romano-visigoda, las ciudades eran núcleos de producción artesanal, pero también centros de activo comercio. A las ciudades acudían los campesinos a vender animales y productos del campo. En el interior de las ciudades, los negocios se llevaban a cabo en los mercados y en las calles con pequeños comercios que se aglomeraban por especialidades o profesiones. Tanto los talleres como las tiendas eran bienes del Estado o bienes de manos muertas, por lo que su gestión dependía del tesoro público.
El mayor desarrollo urbanístico en el Al-Ándalus se produjo durante los siglos X y XI, coincidiendo con el periodo más próspero. Junto a la continua necesidad defensiva, se fundaron ciudades con fines representativos y estratégicos como es el caso de Medina Azahara en Córdoba, necesidad o ilusión de un califa que quería deslumbrar al mundo.
En Ciudad Al-ManSur, la Medina cuenta con sus calles principales que parten del espacio de acogida y puertas de la ciudad, en la que se encuentra el zoco, la Alcazaba, la Alcaicería, los Baños Púbicos y un sinfín de calles secundarias y callejones llenos de vida.