Alcaicería
Todo el Al-Ándalus fue un gran centro cultural con gustos muy refinados. Durante este período, en la Península Ibérica se introdujeron infinidad de productos y artículos hasta entonces desconocidos.
Las distintas rutas de la seda trajeron tejidos como la seda, maderas y piedras preciosas, perfumes y especias del lejano Oriente.
En la medina andalusí, los comercios de lujo se agrupaban en bazares llamados alcaicerías – al qaisariyyas – un recinto cerrado con patios bastante amplios, rodeados de pórticos en que se abrían pequeños comercios, y a los que daba acceso un pasaje cubierto. En las alcaicerías se empezó a comerciar al por mayor la seda bruta y después se fueron incorporando otros artículos suntuarios. A ellos sólo acudían la clase acomodada de la ciudad andalusí y la nobleza califal amantes de lo refinado y el lujo.
En una alcaicería se encontraba preciosas sedas y brocados, además de delicadas indumentarias muy valoradas por sus acabados y calidad de las telas.
Los andalusíes acomodados del califato preferían las túnicas de seda en verano y la piel de zorro del Sahara en invierno. En Córdoba también podía adquirirse objetos de vidrio, algo hasta entonces nunca visto. En el siglo X surgió la primera cerámica vidriada europea con reflejos metálicos, la loza califal en Medina Azahara (Córdoba), con una decoración en la que se combinaban elementos orientales y autóctonos.
En la alcaicería de Ciudad Al-ManSur se recrea de manera muy acertada la atmósfera que se vivía en estos singulares comercios.